domingo, 14 de diciembre de 2008

Standstill , la música hecha filosofia



El tren se ha vuelto a poner en marcha, agarro la caja con fuerza y me acuerdo de que no se a donde voy, eso tampoco me preocupa demasiado, me preocupa mas los lugares a los que no voy, saber si la proxima estacion en la que tampoco voy a bajar me gustaria mas que la siguiente. El riesgo es algo incómodo de llevar, tanto que a veces pienso que los viajes en tren deberian tener una sola parada, un origen y un destino, como los aviones.

Pero porque nadie me hablo del lado oscuro de la libertad ?, supongo que poca gente puede hacerlo, ser responsable de tus miserias es algo desagradable, demasiado para demasiada gente, todo el mundo coge el mismo avion, cuando el tren solo para una vez puede gustarte mas o menos la estación, te puedes quejar de la ciudad, y maldecir el país donde has bajado, pero tu conciencia esta tranquila. El peso de la responsabilidad se lo otorgas a un ser enorme y monstruoso llamado sociedad, te lavas las manos con agua putrefacta y te mueves ligeramente por la única estación donde te han dejado bajar. No, no culpo a nadie porque todo tiene su precio y su explicación.

Era verano, faltaba poco para la anochecer, mis padres habian salido, sentí la agradable sensación de no tener unos ojos clavados en la espalda, y fui corriendo a coger mi bicicleta azul al garaje, tenia terminantemente prohibido salir del pueblo, siempre habia obedecido en eso pero ese día deje de hacerlo. Sabía lo que me esperaba al volver, pero por alguna razón esta vez no fue suficiente la amenaza. Reconozco perfectamente el trayecto que hice, fueron unos pocos kilometros, pero a mi me parecio una barbaridad. Por primera vez en mi vida tuve consciencia de ser libre, de tener todo un mundo por delante, toda una vida. Nunca he vuelto a tener esa sensación tan intensa y virgen, y sé que cada vez que por algún motivo me siento vivo me remito a ella. Ojala pudiera recordar lo que sentí, lo que ví, lo que me parecio ver. Pero solo en sueños soy capaz de revivirlo.

El mundo de los sueños es al que realmente pertenezco, el que definitivamente me diferencia de los demás, todo existe en su forma más pura, usa los simbolos gracias a los cuales en una primogénita experiencia mi mente le dió una cara, una forma o una palabra que ya existía. Es el mundo del sentido, del entendimiento, del concepto interiorizado, de lo que en definitiva he llegado a crear y a ser.

Una vez, tendría yo 5 años, con mi padre nos encontramos 2 ratones en el suelo. No se movían, no hacían ruido, no hacían nada. Le pregunté a mi padre porqué estaban allí quietos, y él me contesto que se habían ido al cielo. Qué tontería.... estaban allí en el suelo. Entonces entendí que al ser aplastados se habían convertido en pajaros, aquellos pajaros que volaban de un lado a otro sin un rumbo aparente y que se paraban en los árboles del patio trasero para explicarnos su trágica historia cada mañana. Todo tenía sentido. Cuando murío mi abuela, además, comprendi que todos nos convertiríamos en pajaros algún día. No era mal destino, aunque yo nunca he sido un gran amigo de las alturas. Pero un día.... me encontré con un pajaro muerto... No lo entendía, se me vino el mundo abajo... Puto pájaro. Me enfrenté cara a cara por primera vez con la nada, el vacío, el ya no ser más. La religión ya no servía para nada, a partir de aquella imagen. Volvía a la categoría de ratón por aplastar, alguien que sueña con pajaros cada vez que teme a la muerte.

A menudo me gusta buscar fotos viejas, cuanto más viejas mejor. Y analizo minuciosamente la expresión de esas personas ya ausentes, intento imaginar que estarían pensando en ese momento, que les habría ocurrido ese día, que esperaban de la vida, con qué se encontraron. La complicidad que siento al mirar cualquier conducta humana es siempre más intensa que la repulsa que me pueda causar. No, no voy a ser yo, quién descubra como debemos comportarnos, no voy a concretar, no voy a hacer el ridículo como muchos otros antes. La melodía suena una y otra vez y nosotros nos tapamos los oidos para entender, cuando lo que tenemos que hacer es escuchar. Recordar que la melodía que oyes no es la misma que la de los demás y obedecerla. Si eres capaz de entender eso ya lo tienes todo, podrás crear, ver la obra completa y llegar al final antes que a la muerte, no al revés. Y precisamente porque no quiero morir antes de acabar, agarrandome a la vida con la sensacion de haberme dejado cosas por hacer, es por lo que me voy.

A los 24 años soy demasiado joven para pensar ya en lo que podía haber ocurrido en lugar de lo que puede ocurrir. El día que deje de ser así es porque me he dejado algo en el camino. Y no quiero volver una y otra vez en ese día en el que me deje los sueños; nadie se merece esa tortura.

Recuerdo perfectamente el tiempo en que mis padres construyeron la casa del pueblo, yo debía tener entonces 10 o 11 años. Los suficientes como para percibir la ilusión con la que se ponía cada ladrillo. Lo percibía pero no lo entendía. Porqué tenia que ir mi padre a recoger al río cada una de las piedras con las que se cubrió el suelo del jardín en lugar de comprarlas. Esa casa, esas calles, ese bosque, lo eran todo para mi padre. Eran la culminación de un sueño, la recompensa a toda una vida de trabajo. A veces, se levantaba cuando todavía era oscuro, salía a la terraza, y cuando el sol estaba a punto de salir, nos despertaba a mi y a mi madre. Cuando me dicen que me parezco a él, me acuerdo de esos momentos y me siento orgulloso.
Desde la terraza, mirando al este, esta el bosque en el que tanto le gustaba pasear y perderse. En el mismo donde tomaba las decisiones importantes con mi madre, y en el que nos enseño, primero a mi hermano y más tarde a mi a ir en bicicleta. La belleza no sólo estética, sino también simbólica de ver salir el sol por encima de esos arboles era la felicidad; momentos de silencio y eternidad, completamente ajenos al martilleo del tiempo.

El otro día después de muchos años, volví al bosque. Necesitaba reconciliarme conmigo mismo y tomar alguna decisión de una vez. Lo que me encontré sin embargo, no era lo que me esperaba. Me dio la sensación de estar a las puertas del mismisimo infierno. A ambos lados del camino, por el que aprendí a ir en bicicleta, se extendía la nada. Habían cortado casi todos los árboles, sentí miedo y mucha impotencia. Era injusto que yo tubiera que verlo. Por primera vez en mi vida, me alegre de que mi padre no estubiera vivo. Él tubo la suerte de morir con un lugar al que poder ir y quedarse allí para siempre. Nunca, hasta ese momento, habia tenido una noción tan clara de lo que es el cielo y el infierno. Al ver ese cadáver alrededor me di cuenta de como los sueños cambian generación tras generación. De como nacen, de como mueren. Me di cuenta que el bosque, que tenia un significado absoluto y final para mi padre, para mi solo debe tener un significado matricial, un origen a partir del cual yo he de buscar mi propio bosque. Porque yo sé que existe, aunque no sea de árboles.

El tren se ha vuelto a poner en marcha, miro por la ventana y veo como se mueven los colores, como se mezclan e intentan llamar mi atención. Un click de mi ojo es suficiente para su inmortalidad en esta carnicería llamada mundo, donde nada es lo que fue hace 5 minutos, y no se la voy a conceder tan alegremente. Sueño mientras recuerdo, pero también recuerdo mientras sueño. La imaginación tan solo colorea cuadros que queremos volver a ver. Estoy en el dificil momento de selección y criba, y no puede haber espacio para recuerdos compartidos por millones de telespectadores, ni miles de turistas, ni cientos de vecinos, ni tan siquiera decenas de pasajeros, estamos hablando de mi vida Joder!!

Los recuerdos que llevo conmigo, los que tiran de mi, los que intento disimular, me caben en una caja de zapatos. Una caja que un día estubo vacía. Y que voy llenando poco a poco de pistas, a las que tengo que ser fiel para completar asi algún dia mi colección.

Standstill -- grupo de Rock español
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1 comentario:

Jesús Montero Martín dijo...

Si es que es un peazo de escritor el tio este, eh o no? xD